El 3 de noviembre se cumplió un año de la muerte de Diego, la pena me persigue desde hace varios días ya, pero el sábado me levanté con el firme propósito de ser fuerte y no llorar, iriamos al cementerio todos y la idea era estar tranquilos, más resignados que hace un año. Llevé mis arreglos con flores del invernadero de Quilacoya y lo adorné con corazones del patio de la casa, Diego amaba Quilacoya, es mi pequeño regalo, aunque él no lo sepa.
Me mantuve en silencio largo rato, pero no pude contener las lágrimas cuando llegaron algunos de sus amigos con flores...es hermoso ver cuán profundo caló en otros éste Diego amable y cariñoso, digno hijo se sus padres y querido nieto, primo, hermano y sobrino de todos nosotros.
Por la tarde llegaron muchas personas, con flores, sin flores, muchas personas que me convencen una vez más "que el amor nunca muere" por lo que Guego nunca morirá en nuestros corazones.
viernes, 9 de noviembre de 2012
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Que pena que sepamos cuantos nos aman cuando les faltamos en el viaje sin retorno
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