sábado, 3 de abril de 2010

Las sumas de mis miedos


La tierra mandó un terremoto que rompió casas, calles y carreteras, trató de aventajar al mar en destrucción, pero no pudo y como estaba rabiosa por ello, nos robó el tiempo. Mi último recuerdo en tiempo real que conservo fue la operación, la llegada a casa, la sopita en la cama, mis hermanos y compañia viniéndome a saludar ...después todo parece un sueño pesado y de vuelta aquí como si aún fuese 27 de febrero, pero tristemente me doy cuenta de que ya se nos fue marzo ¿y dónde se nos fueron todos éstos días?. Los días pasaron tristes, lentos, pero ni los sentí, deseaba con el alma que pasaran los temblores, hoy se sienten mucho menos, pero tengo más miedo que antes ¿por qué ya no tiembla? ¿vendrá algo peor?.

Mi museo, el Museo Hualpén al que arrastraba a mi pobre familia cada vez que podia quedó en el suelo, aún no me atrevo a ver de nuevo el mar.

El 26 de febrero, mientras me operaban trataba de no olvidar nada para escribirlo, estaba temerosa pero emocionada, pronto acabaría mi mala visión y de seguro saldria una historia deliciosa para relatar. Pero ya saben lo que sucedió al siguiente amanecer, la madrugada nos congeló las sonrisas, nos arrebató el tiempo y la seguridad y muchos terminaron luchando por sobrevivir, otros sucumbieron ante la fuerza de la naturaleza.

Aún con el dolor de mi ojo y el miedo que me daba no tener un médico ni medicina cerca, escribí y escribi y luché para no desesperarme ni llorar, nuevamente las letras encausaron mis pesares y el dolor físico de la Fibromialgia pasó al último plano de mi vida, pero lentamente ésta mezquina ha ido reapareciendo en mi vida, pero hoy hay una gran diferencia y es que ante tantas desgracias he visto caras llenas de esperanza, mientras secan sus lágrimas con una mano con la otra se agarran de la vida para seguir como se pueda.

He pasado por el miedo a lo desconocido, por el miedo a perder a mis niños, por el miedo de perder a mi amada familia y queridos amigos, por el miedo de mirar por la ventana y no ver más que casas en el suelo, por el miedo de que vuelva a ocurrir, han sido tantas las sumas de mis miedos, que ahora a lo único que no le temo es al dolor y al cansancio que me provoca la fibromialgia.

Mi héroe inanómino


Muchos han demostrado con actos que aún existe el amor profundo, ese que nos hace Humanos y algunos han puesto hasta su propia vida en juego con el fin de ayudar a otros conocidos o no...gracias a Dios de esos, hay muchos.

Imaginénse entonces lo orgullosa que una se pone cuando uno de esos desconocidos lleva mis apellidos...sí, mi hermano Eduardo consiguió dos estanques grandes y los colocó en su camión y se fue a buscar agua, lo que significó viajar por caminos malos y atestados, pedir agua a quienes tenian pozos o punteras, gastar el poco petróleo que quedaba y luego mojarse entero llenando las botellas o bidones de sus vecinos que hacen largas filas para abastecerse, cuando le quedan unos 500 litros va a nuestra casa a llenar nuestros bidones a mi hermana y a mi, aprovechándo de paso a repartirle a algunos de nuestros vecinos.

Sí, hubieron muchas personas malas que se aprovecharon y destruyeron, pero fueron muchas más las personas buenas y maravillosas a las que no les importó gastar sus fuerzas y sus pocos recursos para dar a los demás, y mi hermano fue uno de esos...
¡QUE HIJO QUE TIENES MAMA!